lunes, 12 de abril de 2010

Hoy somos vosotros, camaradas.



Hoy tengo la mente nublada, los ojos llorosos.
Hoy me corre por las venas el recuerdo de grandes luchadores y luchadoras. Antaño cargados de energía, expectativas, ilusiones… Hoy ya consumidos por el tiempo, tan intransigente…
Velas que se apagan guardan bajo llave en su alma el anhelo de su República. Impotencia en el chirriar de sus dientes. Pero esperanza en sus ojos.
Hoy nos dejan su legado. Hoy nosotros, jóvenes, estamos aquí para continuar con su causa. Hoy somos sus manos, somos su voz. Somos su manera de seguir adelante por lo que se sacrificaron, por lo que fueron torturados. Por la libertad, por la justicia. Por los caídos.
El tiempo todavía no nos pone trabas. La energía nos rebosa de los labios. Pero nos escasea muchas veces la unidad. Solemos actuar todos, pero no a la vez. No vamos todos a una. Y a menudo la desmotivación nos empapa tanto que acabamos vencidos por la pasividad. No puede ser. En nosotros recae la esperanza de continuar la lucha. No podemos decepcionar así a esos héroes en blanco y negro. Imposible dormir dándole vueltas a lo mismo. A la decepción que deben sentir al ver que han sacrificado sus vidas por algo que está llegando a su fin.
Unos nos desmotivamos, en el mejor de los casos. Otros simplemente ignoramos. Nos está venciendo el siglo XXI, que nos amarra a lo superficial, a lo trivial, al sofá. Y dejamos de sentir la importancia de mantener la ilusión, de mantener firme un objetivo como algo que prevalece sobre todas las cosas.
Y empezamos a olvidar. A olvidar lo que queda por hacer. A olvidar que esto no es más que el principio, que el mundo no va mejor. Que sigue existiendo la injusticia y que la libertad es cada día más relativa. Que nada es para siempre. Que todo puede cambiar. Que nosotros somos los que podemos cambiarlo. Nosotros, que dejamos escapar el tiempo sentados delante de una pantalla, viendo desde una ventanita las atrocidades que comete el hombre y sin sentir nada. Atolondrados, insensibles. Engullendo Mc. Donald’s a la vez que vemos un hombre agonizando, un niño desorientado, gritos, lágrimas, mujeres sin el título de ser humano.
Hoy pasa todo esto. No podemos permitir que se apague la llama. Hoy tenemos que emplear todo lo que somos para continuar adelante, para estar a la altura de las circunstancias y que se sientan orgullosos.
Hoy voy a impregnarme del espíritu del PSUC, el espíritu de la clandestinidad, de la lucha incondicional y voy de nuevo a soñar con el futuro que nuestros ídolos empezaron a tejer.

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