miércoles, 21 de abril de 2010

Disyuntivas internas

Reflexionar sobre la vida es quiza una canción demasiadas veces escuchada, hasta el punto de ser tan desagradable que la aparcamos en una estantería a merced del tiempo, el polvo y las telarañas. Tiempo atrás solía escucharla a menudo, pero la velocidad que han adquirido mis días me impiden filosofar como quisiera.

Acontecimientos recientes estimulan esa capacidad mía para montarme pajas mentales y pasarme noches en vela dandole vueltas a cuestiones que dificilmente lograré resolver. Mi vida está cambiando de color. El rojo intenso envuelve cada decisión que tomo, cada paso que doy. Pero empiezo a pensar que los colores demasiado intensos sólo logran deslumbrarte. Mi objetivo sigue siendo el mismo y sigue causando miradas de compasión en los rostros de las personas a las que les confío mi razón de ser. No debería ser tan complicado aceptar que el altruismo, aunque sea excepcional y efímero, existe. Me niego rotundamente a aceptar que soy esa pieza de puzzle que siempre se pierde. Y no, que no se confunda mi sinceridad con soberbia por favor. Pretendo por ahora encontrar más piezas que encajen conmigo y, una vez unidas, darle sentido a esta realidad tan amorfa de la que somos protagonistas.

Sin embargo ultimamente mi espíritu se está viendo afectado por todo lo que ocurre a mi alrededor. Realidad en grandes dosis acaba apagando tus ilusiones. Hay veces que es mejor engañarse un poquito para conseguir algo. ¿Quieres decir que el fin justifica los medios?Puede que en este caso así sea, aunque discrepo del popular dicho.
Me absorbe el escepticismo. Quiero creer que todo tiene una solución. Todo. Sin excepciones. Pero no tengo ninguna garantía de ello. Quizá sería mejor tirar la toalla y dejarse llevar. Qué egoísta...

En fin, estoy a diez días de cumplir uno de esos deseos que se piden con los ojos cerrados y la respiración contenida para poder soplar bien fuerte. Viajo a una realidad totalmente opuesta a la mía pero muy familiar, puesto que me he pasado los últimos cinco años empapandome de lo que sucede en paises subdesarrollados. Espero que la experiencia me inunde de motivación y me sea menos complicado esquivar los baches.

lunes, 12 de abril de 2010

Hoy somos vosotros, camaradas.



Hoy tengo la mente nublada, los ojos llorosos.
Hoy me corre por las venas el recuerdo de grandes luchadores y luchadoras. Antaño cargados de energía, expectativas, ilusiones… Hoy ya consumidos por el tiempo, tan intransigente…
Velas que se apagan guardan bajo llave en su alma el anhelo de su República. Impotencia en el chirriar de sus dientes. Pero esperanza en sus ojos.
Hoy nos dejan su legado. Hoy nosotros, jóvenes, estamos aquí para continuar con su causa. Hoy somos sus manos, somos su voz. Somos su manera de seguir adelante por lo que se sacrificaron, por lo que fueron torturados. Por la libertad, por la justicia. Por los caídos.
El tiempo todavía no nos pone trabas. La energía nos rebosa de los labios. Pero nos escasea muchas veces la unidad. Solemos actuar todos, pero no a la vez. No vamos todos a una. Y a menudo la desmotivación nos empapa tanto que acabamos vencidos por la pasividad. No puede ser. En nosotros recae la esperanza de continuar la lucha. No podemos decepcionar así a esos héroes en blanco y negro. Imposible dormir dándole vueltas a lo mismo. A la decepción que deben sentir al ver que han sacrificado sus vidas por algo que está llegando a su fin.
Unos nos desmotivamos, en el mejor de los casos. Otros simplemente ignoramos. Nos está venciendo el siglo XXI, que nos amarra a lo superficial, a lo trivial, al sofá. Y dejamos de sentir la importancia de mantener la ilusión, de mantener firme un objetivo como algo que prevalece sobre todas las cosas.
Y empezamos a olvidar. A olvidar lo que queda por hacer. A olvidar que esto no es más que el principio, que el mundo no va mejor. Que sigue existiendo la injusticia y que la libertad es cada día más relativa. Que nada es para siempre. Que todo puede cambiar. Que nosotros somos los que podemos cambiarlo. Nosotros, que dejamos escapar el tiempo sentados delante de una pantalla, viendo desde una ventanita las atrocidades que comete el hombre y sin sentir nada. Atolondrados, insensibles. Engullendo Mc. Donald’s a la vez que vemos un hombre agonizando, un niño desorientado, gritos, lágrimas, mujeres sin el título de ser humano.
Hoy pasa todo esto. No podemos permitir que se apague la llama. Hoy tenemos que emplear todo lo que somos para continuar adelante, para estar a la altura de las circunstancias y que se sientan orgullosos.
Hoy voy a impregnarme del espíritu del PSUC, el espíritu de la clandestinidad, de la lucha incondicional y voy de nuevo a soñar con el futuro que nuestros ídolos empezaron a tejer.