miércoles, 4 de junio de 2008

Reflexiones en el tren

Que ¿cuál es el problema de la sociedad actual? Te lo voy a explicar.


Creemos que no hay razones para quejarnos. Vivimos en nuestra individualidad, relacionándonos lo justo y necesario (o sea, para hablar sobre programas estúpidos de televisión). Ingenuamente aceptamos que hay una clase “superior” que maneja las cuerdas, y nos hacemos los tontos cuando nos dicen que ese poder también lo compartimos. Para colmo, vivimos en una piscina llena de pescados (sí, peces pescados) rodeados de una imbecilidad que los caracteriza, y saben que pueden rebelarse, pero incomprensiblemente no lo hacen. Y justifican el inexistente intento diciendo que podría ser peor. Claro; y podríamos no existir. Pero existimos y hay que intentar sobrellevar la vida de la mejor manera posible.

La solución es muy sencilla: un poco de ambición. Querer más no siempre es algo negativo, sobretodo cuando se trata de intereses colectivos. No olvidemos que el cambio, imposible no es. Todo consiste en moverse. Solo hablar no arregla nada. “Pues mira que va caro el mundo”, “Vaya con la política opresiva esta, oye” e incluso “¡Hay que ver! Que hoy día hasta los 50 años uno no se va de casa”. Son frases ya cotidianas que de nada sirven, pero que constituyen el primer paso hacia la concienciación de la situación obrera actual.
El siguiente consiste en evitar caer en la piscina del conformismo, palabra que en resumen define la actitud enfermiza del proletario de hoy (que ahora se hace llamar “de clase media”, como eufemismo de la misma realidad: ser trabajador y punto). Hay que luchar y chillar y saltar. Quejarse y no cesar de buscar lo que no nos enseñan, lo contrario, lo opuesto, fijarse en especial en lo supuestamente malo, y no solo ver lo bonito que nos muestran el mundo los de allí arriba.

Que ¿cuál es el problema de la sociedad actual?... Ya sabes…