Hoy trata sobre un drama internacional, sobre la historia de personas que viven con el destino en manos de gobiernos que, como el español, permiten la fabricación y comercialización con las denominadas bombas de racimo.
Estas armas están compuestas por recipientes que contienen, en algunos casos, hasta 600 artefactos explosivos en su interior. Una vez lanzadas, la totalidad de submuniciones que contienen se abren y se dispersan de forma indiscriminada. La munición de dispersión actúa de forma imprecisa. En la mayoría de casos no explota, permanece activa y el simple puntapié de un niño supone la amputación de sus extremidades inferiores.
Ya son muchos los años durante los cuales organizaciones internacionales como Greenpeace luchan para su erradicación. Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, accedieron al vestíbulo de Expal (Explosivos Alaveses), empresa productora de este tipo de armas, para señalarles con el dedo ante la opinión pública. Depositaron en el suelo siluetas de cartón simulando personas mutiladas por dichos artefactos y colgaron en el exterior una pancarta de protesta. Lamentablemente el gobierno español, conocedor de la lucha contra las bombas de racimo, en un primer momento, optó por aceptar la producción de este armamento. De hecho, autorizó en julio del 2006 al Ejercito de Tierra la adquisición de 500 nuevas granadas Instalaza (otra empresa productora en España) por 1.4 millones de euros. El Ministerio de Defensa se sigue negando a facilitar datos sobre el número de bombas actualmente almacenadas.
La denuncia a Expal coincidió con la celebración en Dublín de la Conferencia Diplomática sobre bombas de racimo, en la que participaban más de cien gobiernos, y de la que salió un tratado de prohibición acordado de forma unánime que será firmado el próximo diciembre en Oslo. Si bien es cierto, no obstante, que grandes productores de armas como Estados Unidos, China o Rusia no son firmantes de este acuerdo, no es menos cierto que esta prohibición debe influir sobre ellos de manera que tarde o temprano se unan al Tratado. Afortunadamente, después de años de demandar al gobierno español actuación, éste aceptó la eliminación de las bombas de racimo en España.
Tras la entrada en vigor del Tratado, habremos conseguido un gran paso adelante en este problema. Uno de esos pasos que nos hacen mantener la esperanza en el género humano y en la existencia de un mundo, si no mejor, un poquito menos peor.
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